El mago Coque.
Patapin pataparás, en gato te convertirás...¡Madre mía! mi puntería falló y le dí al pobre abuelo.
Mejor empiezo desde el principio.
Era día 24 de Diciembre por la noche, como todos lo años, estábamos todos reunidos en casa de los abuelos. Pablo, mi hermano pequeño, llevaba toda la noche chinchándome, diciéndome que la magia no existe y haciendo que todos mis primos se rieran de mi.
Cuando dieron las 12 de la noche, todos los primos corrimos como locos a la habitación a esperar a que Papá Noel llegara a nuestra casa...tic tac, tic tac...DING DONG -!AHHHH YA ESTA AQUÍ!- Gritamos todos nerviosisimos.
Papá Noel ya había dejado los regalos y salimos todos de la habitación buscando nuestro saco, el mio estaba lleno de cosas, y al lado había un sobre que ponía, para el Mago Coque.
Feliz navidad Mago Coque. Muchas gracias por ser tan bueno con Papá, Mamá y Daniela, y por toda la paciencia que tienes con Pablo. Muchas veces he oído a Pablo decir que la magia no existe, cada vez que le oigo me parto de risa, si la magia no existiera ¿Cómo iba a poder yo repartir tantos regalos en solo una noche? Como parece que no hay forma de hacerle entrar en razón, esta noche se lo vamos a demostrar entre los dos. En tu saco hay una varita cargada de magia, cógela, y cuando estén todos mirando, apunta a un objeto de la habitación y di...PATAPÍN PATAPARÁS EN GATO TE CONVERTIRÁS.
¡Madre mía la que organicé! Mi puntería falló, y le dí al abuelo. Todos me pedían soluciones, miré otra vez la carta y vi que ponía algo más.
P.D: Si algo sale mal, para invertir el hechizo tendrás que decir: PATAPÍN PATAPARÁS A TU FORMA ANTERIOR VOLVERÁS.
¡Uff! ¡Gracias a Dios! El abuelo había vuelto, y cuando miré a Pablo estaba blanco y le temblaban las piernas... No creo que se vuelva a atrever a decirme que la magia no existe ¡jejejeje!
Catalina.
Érase una vez, una niña llamada Catalina. Catalina tenía una gran sonrisa, era muy valiente y le gustaba mucho bailar. Un día mientras dormía soñó que era un delfín muy gracioso y divertido, al que le gustaba mucho jugar y saltar. Jugaba y saltaba con los barcos que navegaban. Una vez mientras jugaba con uno de los barcos, vió al capitán, un hombre muy mayor y arrugado, pero con cara de buena persona. El hombre cantó canciones, le dió comida... Catalina se lo estaba pasando tan bien que llamo a sus amigos, pero antes de que llegaran y como por arte de magia, Catalina se convirtió otra vez en una niña que aun no sabía nadar del todo bien. El hombre la rescató, la secó y la habló de algo de una zapatilla, pero en ese momento el perro del barco la mordió en un brazo, eso no era nada divertido, y del susto se despertó.
Como solo había sido un sueño pronto se volvió a dormir. Ésta vez mientras soñaba se encontró en un gran prado verde lleno de flores y con un columpio rojo muy bonito, este sueño le gustaba por lo que no dejo de soñar. Mientras jugaba en el columpio vió pasar un coche, también rojo, sin hacer ruido. Estaba encantada, era un sueño estupendo hasta que se dió cuenta de como estaba vestida ¡Sólo llevaba un albornoz! El prado en el que jugaba ya no era grande y bonito, era gris y pequeño, daba ganas de llorar, solo deseaba encontrar una tienda de ropa para poder vestirse. En ese momento sonó el despertador. ¡Menos mal! ese sueño tampoco había sido bueno y Catalina lo quería olvidar.
Se aseó, se limpió la orejas y se fue al cole.
El camino al cole fue como siempre, muy divertido. Su amigo Alex siempre quería interactuar con la gente de la calle, les decía que les iba a hacer trucos de hipnosis muy divertidos con los que se partían de risa y nunca querían llegar al cole. Un día les hizo una imitación de una perro brillante, nunca habían visto a alguien hacer el perro de esa manera.
Todos los días, cuando quedaba poco para llegar al cole Alex cantaba canciones para que todos bailaran. Siempre conseguía que todos sonrieran.
Al llegar al cole la profe tenía una sorpresa. ¡Iban a construir un helicóptero! ¡Con sus hélices y todo! Era una aventura muy valiente, y todos se pusieron tan contentos que saltaron de alegría. Todos se pusieron manos a la obra. A Alex se le ocurrió que podrían hacerlo con un Clarinete, era divertido, pero prefirieron llamar a la profe para pedirle ayuda, se acordó del sueño del mar, con el hombre arrugado y de todo lo que habían hablado, algo de su zapatilla. Catalina se miró el pie ¡Le faltaba una zapatilla! Todo el mundo se reía, parecía divertido para todo, menos para ella. Gracias a Dios estaba soñando otra vez.
Esta vez se despertó de verdad, su madre había hecho pastel para desayunar, le contó que había tenido unos sueños muy poco divertidos, pero ya estaba tranquila, sólo eran sueños.
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